liga de la lujuria

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martes, 23 de agosto de 2011

noche en el club


Sentado bajo el lumbral de mi habitación me concentraba en la extraña manera de consumirse del tabaco, un sobre blanco lo contenía bajo el sello rojo de aquellos cigarrillos que ahora se habían convertido en una nueva adicción, de pronto el mundo empezó a girar y el tronco que yacía en medio de la verde superficie de mi patio se alejo, el cielo oscurecía sobre las diez de la mañana en mi villa chica.

Ella me miraba con rencor pues habíamos discutido aquella tarde, no podrían articularse palabras sin herir a quien tenia en frente, decidimos no decir mas y dirigirnos a una “discoteca” para dejar que el alcohol se pronuncie sobre nuestra voluntad.

Ya habíamos terminado de tomar la primera jarra del adulterado ron con gaseosa que vendían en el lugar y los efectos del alcohol hacían aflorar aun más rencores. Ambos demasiado centrados como para hacer un escándalo en un lugar como ese, decidimos pedir una mezcla mas del veneno de largo plazo que ingeríamos juntos con la esperanza de ver morir antes a quien lo acompañaba.

Terminamos el menjurje por el que a los asistentes los invadía la euforia, con ganas de golpear a mi acompañante mientras le susurro al oído que la deseo, que la necesito, besando sus labios rosas de maquillaje ausente. Trepamos una pared, nos adentramos en un club y sentados junto a la abandonada piscina comenzamos a besarnos con implacable odio, mientras acariciaba con ilusión el polo sobre su vientre. El ambiente se encendía alrededor de nuestros cuerpos, la química hacia combustión entre nosotros, la embriagues hacia posibles nuevos roces, mi mano incursionaba bajo sus prendas sintiendo el calor de su cuerpo sin la interrupción de los hilos.

Entonces deje descender los dedos de la mano izquierda en la pista de aterrizaje ubicada entre sus piernas, sobre su pantalón. Alcancé a rozar su intimidad mientras mis dedos, cómplices de mi deseo trataban de aflojar sus correajes y alcanzar el calor que emanaba más abajo de su ombligo. Mis labios no permitían que exprese negación manteniendo entretenida su extremidad parlante, me acerque a su oído una vez mas y dije sin temor que la deseaba. Ella miro a través de mis ojos y alcanzo a ver que los leños de inocencia ardían más allá del universo.

Dejamos caer nuestras prendas y mis besos se trasladaron hasta sus pezones, rodeando su centro como el leopardo que acecha a la gacela, me lancé al ataque y transforme una mortífera mordida en un juego de placer, deje que me tocara, que explorara mi delgado cuerpo, entonces nos hicimos uno mientras ella susurraba a mi oído frases ininteligibles, interrumpiendo de cuando en cuando su poesía con expresiones de confusión entre placer y dolor, el techo se coronaba con frío hecho escarcha y entre nosotros un fuego que aun no veía clarear el sol.

Exhaustos oímos el despertar bajo el cielo oscuro de la madrugada de una pequeña ciudad, nacía una fantasía, moría un amor.

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